Anoche, arrojado al placer del zapping, encontre una noticia tan curiosa como trágica, un hombre había asesinado a otro con varios golpes después de lo que pareció ser un juego de bromas entre un grupo de obreros que saludaban al fin de semana con un par de tragos, lo curioso: el trago aun no pasaba de la primera ronda.

No hace falta esforzarnos mucho para evocar hechos parecidos que nos impactaron por lo fugaz del accionar y lo fatal de las consecuencias. John lennon un tipo afamado encontró la muerte en Nueva York a manos de un fanático suyo, el motivo, la indiferencia del entonces beatle.

El “mr. president” John Kennedy, fue asesinado en un ataque magnicida y es importante destacar, que fue a diferencia de los anteriores casos sin motivación aparente alguna, el asesino era un tipo huraño, y de comportamiento antisocial. Motivando por la unico móvil de sobresalir, al menos así lo dicta la definición de un magnicida, agresor de personas conocidas en espacios abiertos sin aparente motivo alguno, en buen cristiano, un enfermo mas con distinto apellido.
Seria bueno dejar tranquilos a los mil demonios y no culparlos de acontecimientos como estos. Los problemas suscitados encuentra un origen muy particular en el nacer del subconsciente, los cuales desatan respuestas aparentemente incontrolables para el agresor y fatales para la victima
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